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Capítulo 419

Fernanda de repente se convirtió en la esposa y madre perfecta, sobornando a los médicos para que cubrieran las heridas en el cuello de Roman, cuidándolo con una dulzura sin límites. Carlos, preocupado por su hijo, por primera vez preguntó por su estado de salud de manera calmada, sin ignorarlo ni mostrarse frio.

Como si hubiera encontrado la manera de ganarse su cariño, y aprovechando que Roman aún no podía hablar, Fernanda comenzó a maltratarlo aún más cruelmente.

Lo dejaba sin comer, le echaba agua fria, lo encerraba en un cuarto oscuro, e incluso quemaba su cuerpo con cigarros… Se volvió más cruel y desquiciada, haciendo todo lo posible por enfermarlo, sabiendo que eso haría que Carlos regresara.

La última vez, Roman tuvo una alergia alimentaria tan grave que le salió un sarpullido por todo el cuerpo y quedó inconsciente en la cama.

Carlos, arrodillado junto a la cama, abrazaba su pequeño y frágil cuerpo, llorando sin consuelo.

-Claudia lo siento, lo siento, no pude cumplir lo que me pediste… novelbin

No pudo seguir adelante cuidándose a sí mismo ni cuidando de Rom.

Cada dia de su vida era un tormento, y su sufrimiento también afectaba a Rom, cuya salud se debilitaba cada vez más y su temperamento se volvia sombrío y distante, hasta que dejó de llamarlo papá.

Se culpaba a si mismo por todo…

Días después, cuando Roman comenzó a recuperarse Carlos decidió irse.

Ese día, rompiendo con su habitual desaliño, se afeito, se vistió con ropas nuevas, y su figura se realzó con un traje blanco que lo hacia ver más alto y apuesto, cautivando incluso a Fernanda.

Ella pensó que finalmente había cambiado de opinión, decidiendo olvidarse de Claudia para empezar una vida normal con ella, pero él solo besó a Roman y salió por la puerta.

-Rom, lo siento, si hay una próxi

próxima vida, no seas mi bijo.

La voz baja y culpable de Carlos retumbaba en los oídos de Roman, quien intentaba desesperadament hablar, llamándolo papá, pero no conseguía emitir sonido alguno. Su pequeña figura tropezó y cayó mientras corria tras el auto, hasta que un sirviente lo llevó de vuelta a casa.

Fernanda no entendía el cambio repentino de Carlos ese dia y, cuando intentó llamar a un detective privado, recibió la peor de las noticias.

-Sra. Fernanda, el Sr. Carlos se suicidó esta mañana frente a la tumba de la Sra. Claudia. El presidente Joaquin ya fue a encargarse de los asuntos.

-Aaaah!

Al escuchar esa noticia, Fernanda gritó histérica, perdiendo completamente la razón. -Carlos, Carlos, ¿en qué me superó esa mujer?

-He estado enamorada de ti por tantos años, esperándote por tantos años, dispuesta a casarme contigo a costa de renunciar a todo el imperio empresarial, pero tú no ves nada, y aún asi te vas a morir por ella?

-¿La amas,

s, verdad? Ya que la amas tanto, dejaré que ustedes tres se reúnan de nuevo.

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Capitulo 419

Con los ojos enrojecidos, ató a Roman, lo dejó inconsciente y condujo hacia las afueras de la ciudad.

Al despertar, Roman apenas pudo distinguir una ruina desolada, con un fuerte olor a gasolina en el aire. Fue forzado a arrodillarse frente a un poste de concreto, con las manos atadas con cadenas de hierro y la boca sellada con cinta adhesiva, completamente inmovilizado.

Fernanda, como un demonio enfurecido, esparcía gasolina por todas partes, gritando locamente, -¡Muere! ¡Muere! ¡Muere!

-Tu esposa murió, tú moriste, ahora tu hijo también debe morir, jajaja!, deliraba de tanto odio.

-Todos ustedes son unos condenados, vayan al infierno a reunirse!

Encendió el fuego que consumió el edificio abandonado, su risa distorsionada resonaba en las habitaciones vacías, mientras se alejaba con un caminar desenfrenado.

Las llamas se elevaban como demonios, girando en el aire, encendiendo todo a su paso. El humo penetraba por la nariz y el calor abrasador quemaba su cuerpo, haciendo que su joven piel se resquebrajara.

El dolor era insoportable, las lágrimas nublaban su vista, y mientras luchaba por liberarse, las cadenas de hierro le cortaban la piel, dejando sangrientas heridas. Los débiles sonidos que lograba emitir quedaban atrapados en su garganta.

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